Anoche la muerte pasó silbando,
transformada por momentos
en una mano enguantada
que tejía con sus dedos
las coronas de los semáforos.
Anoche se hundió un vagón de golpe
y vi tu rostro asomado
en la ventana verdosa
inundándose de mar,
contemplando la playa absorta.
Anoche el cielo se unió con la tierra;
la gente andaba entre nubes;
una ráfaga de luz
se fugó de las farolas
oculta tras una bufanda.
Anoche marqué el fin de mi existencia
con un círculo en la arena;
con amargura quizás;
acaso con ironía;
mientras llegaba la mañana.
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