jueves, 27 de enero de 2011

EL HOMBRE LOBO EN EL VERANO DE 1994

¿Este verano se funde a lo largo?
 me digo al ver mi cuerpo reflejado
 en el espejo pétreo de la alberca.
 Mi corazón de Hombre-lobo abierto
 se me llena de estrellas y alfileres,
 mi punzante constelación cardiaca;
 y río aliviado del calor del día,
 limpio mis llagas con agua de pozo
 y levanto el hocico olfateando.
 La luna que me quema no es la misma
 que la que me suministró locura
 cuando se me negó el don del sueño.
 Vivir sometido en un mismo traje,
 una dama de hierro colectiva,
 me aterra más de lo que soy: un perro.
 Los poetas somos los que no olvidamos
 cuando de noche bajamos sonámbulos
 deambulando por la ciudad vacía.
 Una ráfaga de música en polvo
 se dirige hacia mí como un fantasma
 y ella regresa sola de la fiesta.
 Oculto en el cañaveral del tiempo
 huelo la sangre joven confundido,
 la marea de los años me ahoga.
 Dispuesto a tronchar su cuello
 como una mala bestia
 buscando mi salvación diaria
 en su inmolación.

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