jueves, 27 de enero de 2011

EN ALGÚN PUNTO DE TEXAS

Todo el día de un lado para otro,
de un lado para otro...
Nunca me gustó el calor del desierto
que vuelve las cabezas.
Toda la mañana y toda la tarde.
Es hora de volver.
El viejo Sam me alcanzó en el matadero.
- “¡Qué, muchacho!, ¿ te acerco?”.
Subí a la camioneta. –“¿Y esa sangre?”.
-“ Caí en la cuneta”.
-“¡Anda con cuidado ,hijo!. ¡Ten vista!”.
El motor arrancó.
-“¿Dónde anda tu hermano?. No lo veo”.
El viejo Sam me agrada.
Siempre me recoge en la carretera
cuando el día se acaba.
Me gusta tanto como las serpientes
de cascabel que atrapo,
como la tarta que hacía mamá,
como ir a pescar...
Y es entonces cuando pienso en la cena
y el sol tras las colinas
es del color de la piel de la chica
que vi por la mañana
en la gasolinera, con los otros,
los de la furgoneta.
¡Sucios veraneantes de ciudad!.
Se rieron de mí.
Juro por Dios que si los vuelvo a ver
se lo digo a mi hermano.
Pero el viejo Sam sabe conversar
y estoy muy bien con él.
No me llama idiota como los otros.
Y es bueno conduciendo.
-“¿Sabes, muchacho?. Corren tiempos duros.
Escasea el trabajo.
Tu abuelo acierta al decir que el vago
se hace, no se nace.
Era el mejor matarife de Texas.
Ponía el ojo y crac,
ya sabes. No paraba nunca quieto.
¿Entiendes lo que digo?.
No te quedes estancado, muchacho.
No seas vagabundo.
En el pueblo andan buscando gente,
en la carnicería.
No temas lo que digan los demás.
Piensa en tu abuelo, chico.”
Pienso en el abuelo y su pulso firme.
-“Me preocupa tu hermano.
Buen chico. Algo bruto, pero honrado.
Bueno y trabajador.”
El viejo Sam me dejó en el sendero.
Cuando habla, no para.
Pero yo no dejaba de pensar
en la cena y la chica
que olía a crema protectora
de la gasolinera,
que andaba con sus amigos estúpidos
viajando en furgoneta.
Y el estómago comenzó a rugir
y oí la motosierra
del tonto de mi hermano, tras la casa.
Y justo entonces vi
el vehículo blanco junto al porche,
las luces encendidas...
Con matrícula de sitio con pasta...
Y colgantes ridículos.
Y tuve un extraño presentimiento
cuando oí bufar al abuelo como
en tiempo de matanza.
Mi otro hermano apareció en la puerta.
-“¡Idiota, corre pronto!.
¡Ven a mirar en la nevera, vamos!.
¡Mira lo que nos trajo
nuestro imbécil hermano caracuero¡.”



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