martes, 18 de enero de 2011

EL DIABLO MONTÓ UN BAR.

  Lo tenía en ese mismo local que usted acaba de comprar. Era un tío fino, bajito, muy poca cosa; amanerado, maricón o como usted lo quiera llamar. Muy estrafalario. Siempre con esa chaquetilla sin mangas, como de pianista de saloon de las películas de pistoleros, con la cadena del reloj colgando del bolsillo, no sé a santo de qué. Y ese bigote de polvorilla, ¿qué más le daría afeitarse del todo?.

      Hace ya dos años de aquello. Vino por noviembre o así. Desde el principio, muy buenas palabritas, mucho hablar con las mujeres, los niños, con todos... “Éste es bujarrón”, dijeron en el bar del Clemente, su primera víctima. Lo invitaron a beber para reírse de él. A mí, desde un principio, no me gustó nada. De muy pocas palabras en compañía de otros hombres, halagador en demasía en la calle; de los que ven cómo las copas de los demás se van vaciando mientras la suya se mantiene llena. He visto tíos así antes y no me gustan nada.

      Como le decía, Clemente, el del bar, fue su primera víctima porque tuvo que cerrar en cuanto el marica montó el suyo. Todos los parroquianos pasaron al del nuevo. Era digno de admirar cómo cada vez quedábamos menos en lo de Clemente a la hora del dominó. Yo mismo estuve a punto de caer. Me pasé por allí dos noches pero al final me resistí a ir. “ ¡ Qué, Don Manuel!. ¡ Pásese por allí a tomarse una copita!. ¡Yo le invito!”, decía el bujarra. Y yo: “éste tío no me gusta nada”. Pero no le respondía. Pensaba que las mujeres irían a por él en cuantos sus maridos dejaran de pasar por casa y fueran a fundirse el sueldo al bar, pero me equivoqué. Era muy fino. Abrió una dependencia tras la barra, un cuartito, que acondicionó como perfumería o mercería y ya tenía a las mujeres comiendo de la mano. Que si un sujetador, que si una faja..., “ésta le hace a usted más delgada, señora Matilde”; y las tenía chorreando el coño. Tenía la deferencia de cerrar el bar dos horas al día, las de menos afluencia de público, para que las mujeres pudieran entrar sin sentirse incómodas ante la mirada de tanto macho junto. Todo risas y “ ¡qué diablo es usted, Don Jorge!”, y venga. Y los demás con los cuernos empinados pero, al llegar las ocho, todos a su bar, como si no hubiera otro en el mundo. Y era verdad. Ya no tenía competencia en el pueblo.

      Tenía también tarros de caramelos en la barra, para los niños. Éstos también se hicieron habituales del bar. Los primeros albums de cromos de fútbol de la temporada llegaban antes allí que a cualquier otro sitio, antes incluso que a la capital. No he visto otra cosa. Había niños, compañeros del colegio de los críos, que hacían traer a sus padres al pueblo para encontrar ese cromo de Kanouté que nunca sale y aquí salía. Y de paso se quedaban los padres. El único sitio donde vendían petardos, “en lo de Don Jorge”. Y los bollycaos del día, usted me dirá. Los niños no son gilipollas, ¿no?.

      Clemente estaba algo ido por aquellos días, claro. Bebía y eso... Bebía mucho desde que tuvo que cerrar. Yo creo que se bebió todo lo que no pudo vendernos y, una noche, vino con la escopeta de caza al bar del maricón, se colocó en la puerta y dijo: “¡sal!, ¡cabrón!, ¡que te voy a hacer un hombre!”. ¿ Ha visto usted alguna vez a Ángel Cristo domando a los leones?. Así hizo aquel tipo con el Clemente, que se deshizo en lloros. “Perdone usted, Don Jorge. No lo haré más”, decía entre sollozos. “ Nada hombre, no es nada. A la cama. Ya hablaré yo con este hombre que le he dicho para que le consiga trabajo”. Aquella misma noche, el Clemente se dio un tiro en la cabeza.

      Y pasaron los días. Y todos bebiendo en el bar. Muchos perdieron los trabajos. Y yo también caí, pocas veces pero caí. En una de las noches que estuve allí se me encendió la bombilla. Alguien dijo: “¿qué hora es, Don Jorge?”. Yo iba por la octava copa de coñac pero conservaba los reflejos y, como en un sueño, vi al hombrecillo sacar su reloj y contestar: “las doce”. Y lo vi. Estaba cerca. Me vi reflejado en la tapa metálica del reloj. Yo, el Ignacio, pero los dedos del tío no se reflejaban. “ ¡Déjeme ver ese reloj, Don Jorge!”, le dije. Al cogerlo vi como mis manos, mis dedos, yo, se reflejaban. “¿Qué es esta   decoración de la tapa?”, pregunté. El tipo volvió la tapa hacia si mismo y dijo: “¡oh!, ¡es un trebol  grabado que...¡”. No escuché más. Apuré el vaso, pagué y me fui. No sé qué pensó de mí, pero yo lo vi. ¡El tío no se reflejaba!.

      Fui a una curandera, bruja,... una loca de ésas. Bueno, bruja no. O al menos una bruja blanca, no negra. Ese tío debe follárselas a todas. Aquella era buena. Me dio un frasco con líquido y me dijo: “rocíalo sobre él recitando lo siguiente, yos nu otnot led oluc”.

      Llegué al bar a las cuatro de la tarde. Él estaba en el cuartito, en su salsa, entre bragas y chismorreos. Entré, le lancé el frasco y grité: “yos nu otnot led oluc”. En ese momento hubo una explosión y un grito, y cuando se disipó el humo, solo quedó del hombrecillo un montón de ceniza. Las mujeres corrían como gallinas... ¡vaya!, ¡ya viene mi hijo!. Tengo que ir a la ciudad. Me lleva a la revisión del hígado. Soy un afortunado. Los demás han muerto de cirrosis pero yo sigo en pie. ¡Ya voy Andrés!. Las mujeres todavía no me lo han perdonado. Y es que al que se enfrenta al Diablo no se le puede augurar nada bueno. Y al que toma copas en su bar, tampoco. ¿Sabe usted?.
   

     

2 comentarios:

  1. “yos nu otnot led oluc"

    Ahora digo... inteligente era inteligente :) y ni hablar de manejo de negocios y marketing!

    Todavía hay brujas en el primer mundo?

    Hola Buzo!

    Abrazo!

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  2. Buzo a Julieta: ¡Hay un montón de brujas!. Unas feas y con verruga y un caracter espantoso. Otras son guapas pero tienen más peligro que las primeras. Unas practican la magia blanca, otras la negra... Unas son sanadoras, otras echan maldiciones. Ya no vuelan en escoba. Cogen el auto, el autobús, el metro... Viven entre nosotros y ni siquiera sabemos que lo son. JA,JA,JA...

    Hola Julieta!

    ¡Un abrazo con salitre,caracolas y un ancla del Titanic!. ¡Como tiene que cruzar el Atlántico a ras de agua se le engancha todo!

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