La hija de la Tarde salió
para matar a los hombres.
Acero fino de azúcar
y empuñadura de cobre.
Sus pasos eran tan negros
como su traje de caza
y el pelo rojo-prestado
por la espalda descansaba.
Al agonizar del día
sombras confusas se marchan.
Descosidas de su objeto,
a la madre Noche aguardan.
Tapa mis ojos cobardes
con una venda mojada
que mis temores refresque
para andar sobre las llamas.
Pasando aros de fuego
que en tu danza levantaste.
Pensando en regresar. Dudo
al ver que puedo alcanzarte...
... y no tocarte.
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