“Branquias bajo el agua
es el baile de actualidad.
Branquias bajo el agua,
ideales go-gós.
Siente la tentación
de arrojarte de una vez
en mi pecera.
¡Cielos!. Los peces asustados…”
(“Branquias bajo el agua”- Derribos Arias).
Un verano más escapando del horrible calor de Sevilla y aquí me tienen. Aquí me tienen. Cuando pronuncio esta frase, “aquí me tienen”, no puedo dejar de preguntarme a quién exactamente me dirijo, pues estoy sólo en mi habitación, en el apartamento que mis padres tienen en Punta Umbría y al que apenas van. ¿Por qué siempre que pienso escucho mi voz en off?. Demasiado cine, demasiadas novelas. No necesito justificar nada. La habitación en penumbra, la persiana echada, la luz punteada que penetra por los agujeros de la misma proyectando formas cúbicas en la pared como si de un calidoscopio se tratase, la cinta de noventa sonando en el radiocasete con una sola canción grabada en ella, repetitiva, machacona… “Branquias bajo el agua, es el baile de actualidad…” canta la voz. Sé que terminará y volverá a sonar, terminará y volverá a sonar… así hasta los cuarenta y cinco minutos de rigor en los que dejará de hacerlo, se oirá un ruido de cinta deslizante y el clac de la tecla del play saltando, y tendré que levantarme a darle la vuelta. ¿Por qué grabas toda la cinta con la misma canción?”, dice Mamen, mi pareja. Mamen y sus eternas preguntas. “¿Por qué no grabas otras canciones del mismo grupo y la aprovechas?, ¿por qué no grabas otras canciones?, ¿por qué no las grabas en un compact?, ¿por qué no te compras su disco si te gustan tanto?, por qué, por qué, por qué…, siempre por qué. Su olor a Nivea llegando desde la otra habitación, el chapoteo de los niños en la piscina comunitaria y un leve descenso en la pesadez del aire me hacen notar próximo el fin de la siesta, el ruido de los coches, las voces, las pelotas que botan y el momento en el que Mamen, una vez colocado el bikini, la camiseta, el pareo y las chanclas, bajará a darse un baño en la ría. Le doy a la tecla del stop, desenchufo el radiocasete, cojo mi vaso de ron con hielo y voy hacia el balcón. Cuando paso junto a la habitación de mis padres, donde ella se está cambiando, la veo casi preparada. Pero yo paso, sigo y me siento en la hamaca del balcón. Sopla una brisa fresca a pesar del efecto pantalla de los bloques de pisos, con sus múltiples párpados agujereados echados (aunque algunos comienzan a abrirse), con la colonia de nidos de golondrinas y vencejos bajo los balcones y por todas las fachadas. “Son las ratas del aire”, pienso. No paran de pasar volando alocados, entrecruzándose, en una coreografía aérea cuyo significado secreto se me escapa. Son como una secta con sus propias reglas. He oído que esos bichos nunca paran quietos, que duermen en el aire, suben unos metros, ponen el piloto automático y plap, a dormir. Los nidos se ve que sólo lo utilizan para las crías. Miro hacia abajo y desde la altura que da estar en un octavo piso veo a los niños divirtiéndose en la piscina. Me dan ganas de lanzarme desde el balcón hasta el agua, zambullirme, pero no darme con el cráneo en el fondo, eso no. Mejor no. El alcohol no me da la suficiente euforia para hacerlo y no estoy tan “amamonao” como esos guiris que vienen a España a morir lanzándose desde el vacío de sus vidas en países absurdos hacia otro vacío que les conduce a una muerte estúpida, desde el balcón de su habitación de hotel al fondo de losas azulado o al pavimento de granito, tal vez al césped. ¡Hay que ser gilipollas!. Un niño mira hacia mí, otro también, la madre a su vez, los coge de la mano y se los lleva rápidamente. Yo estoy con medio cuerpo fuera de la barandilla, mirando hacia abajo y apurando el vaso de ron con hielo. Tal vez la imbécil se ha creído que les iba a arrojar el vaso o así.
“Me voy”, dice Mamen, y al mirarnos ambos sabemos que empezará la ceremonia diaria que pactamos desde que apareció en nuestra vida en común el publicista. El publicista tiene su apartamento algunas calles más allá, junto a la playa. Fue noviete de Mamen “en otra vida” y no me hace ni puta gracia cada vez que nos cruzamos con él y Mamen se para a hablarle. Desde que le prohibí hacer tal cosa y cada vez que nos encontramos, Mamen calla y no dice nada, pero yo sé que piensa, y me engaña. Lo sé. Esta mañana coincidimos en una tienda. Yo hice como que buscaba algo y los observé escondido entre varias marujas y un delfín hinchable a tamaño natural. Se hablaron. Él dijo algo de una moto de agua que se había comprado o así… Por todo esto ya no vamos a la playa. Como además a mí no me gusta el agua y a Mamen sí y para mantener el equilibrio conyugal y, al mismo tiempo, procurar no encontrarnos con el tipo, la dejo que todas las tardes baje a bañarse a la ría, más cercana al apartamento que la playa, y visible desde el balcón. Ella bajará, extenderá la toalla, mirará hacia arriba y alzará el brazo a modo de saludo para decir que todo va bien. En eso consiste nuestra ceremonia. Hoy Mamen ha bajado más seria de lo habitual. Algo no va bien. La cinta ha parado. Entro a darle la vuelta: …”…siente la tentación de arrojarte de una vez en mi pecera…, comienza la cara b con la canción cortada a la mitad. Me asomo al balcón y desde la ría veo a Mamen alzar el brazo saludándome. Todo marcha bien.
Ha pasado un rato en el que he entrado para servirme otro ron y he vuelto para ver a Mamen saludando, he ido a buscar mis gafas y Mamen ha seguido saludando, ha acabado la cinta y Mamen sigue saludando. ¿Pero qué hace?. Se va a herniar con el brazo. Y es al volver a colocar la cinta cuando me he dado cuenta de que algo pasa, que no es normal que una mujer lleve un rato largo con el brazo levantado como una falangista exhibicionista colándose en un rodaje de los vigilantes de la playa, y salgo disparado hacia la ría así, sin camisa y descalzo, y al llegar a la arena veo a Mamen rígida, con el brazo levantado, saludando, con el agua hasta los muslos. Dos niños la toquetean indecentemente. ¡Mamen!. ¡Mi Mamen!. ¡Parad hijos de puta!. Salgo corriendo hacia el agua. Los niños huyen. Y es al llegar junto a ella cuando descubro el engaño, cuando toco el panel publicitario con la foto de Mamen, como el de las chicas que anuncian paraísos tropicales en las agencias de viaje, hábilmente anclado al fondo de arena por la mano… ¡del publicista!. Al oír el ruido del motor alzo la cabeza y veo a Mamen a lo lejos, abrazada al cuerpo del publicista que es quien conduce la moto de agua en la que escapan. Llevan una gran bolsa colgada atrás y cuando pasan junto a los grandes cargueros oxidados de la ría, como saltamontes gigantes flotando muertos en una charca de aceite, sé que no la volveré a ver más
"como saltamontes gigantes flotando muertos en una charca de aceite"
ResponderEliminarUfff! genial el relato... pobre tipo :(
La comparación que te marqué es demoledora!
Genial Buzo!!! Me encantó!
Beso y obvio... el mejor año nuevo para vos!
Buzo a Julieta: El tipo era un absoluto desgraciado. Más vale que se hubiera lanzado desde el balcón pero sin chocar con nadie de abajo. Al final he sido compasivo: ella se larga con quien quiere y él se queda con su egoísmo.
ResponderEliminarLa práctica de saltar desde el balcón a la piscina la quieren poner de moda los pipiolos quinceañeros "sensación de vivir" de los mal llamados países desarrollados (EEUU, Alemania, Inglaterra...) cuando vienen a veranear a los hoteles de España (aunque excepciones habrá). De vez en cuando dan algún disgusto a sus papás cuando los cubren con la sábana, ¡ooooohhhhh quéééeé peeeeenaaaaa!. Y el lunes avión para casa y a seguir siendo buenos chicos, que los imbéciles y perezosos somos los del sur.
Si trabajara de botones en un hotel (cosa que no sucederá porque me sacarían a patadas nada más entrar por la puerta por cuestiones de imagen) podría hacer fotos de estos bellos cadáveres y colgarlas en el blog. Las etiquetaría como MONUMENTO A LA ESTUPIDEZ HUMANA, ¿qué te parece?.
¡Feliz 2011, Julieta de las graciosas máscaras!.¡Muchas gracias por tus comentarios!.
¡Saludos en flotador y con bufanda desde el otro lado del Atlántico!.
:) Monumento a la estupidez humana!!!
ResponderEliminarQué catálogooooo Buzo!!!!
Pasaron los reyes por el Guadalquivir?
Saludos de 34 grados a la sombra!
buzo a Julieta: Pasaron, Julieta, pasaron. Han sido buenos. En Sevilla salen en cabalgatas,los sacan por las calles y tiran caramelos y juguetes (balones, muñecos...). También lo hacen en toda España. La cabalgata principal en Sevilla la organiza el Ateneo, una rancia institución de Sevilla que huele a naftalina y creo que por ello la cabalgata es un coñazo, boludez o no sé cómo decís por allí. Los Reyes Magos suelen ser "grandes personalidades" de la ciudad: cómicos sin gracia, políticos, gente de la farándula sosa y chunga, toreros, futbolistas, empresarios... La cabalgata no admite reinas magas porque según recientes declaraciones de los sesudos "selebros" de la apolillada institución, no consta en el evangelio que ninguno de los reyes magos fuera mujer. Yo añadiría que en el evangelio tampoco consta que el rey Baltasar tenga que ser negro, pero en fin...
ResponderEliminarLuego están las cabalgatas de los barrios, organizadas por las asociaciones de vecinos de las barriadas, que están muy bien. Los vecinos se disfrazan de reyes, pajes,... es curioso. Hay camellos todo el año por la calle o al menos camellitos y ninguno se presenta para salir en la cabalgata.
Las cabalgatas de los barrios le dan veinte mil vueltas a la principal, no tienen tantas carrozas pero reparten más caramelos, juguetes, o al menos los vecinos caben a más. En los pueblos también.
Yo, como soy muy soso y misántropo, ya no salgo a recoger caramelos aunque la observo en la distancia con simpatía. En mi casa tenemos una tradición. Mi familia recoge caramelos y yo me los como, je,je,je