Una necesidad espontánea me impulsa
a escapar del cieno.
Sentí las alas doradas en mis hombros
desde muy pequeño.
Siempre buscando lo eterno.
Rompiendo las piedras
que tallé en mis ratos
sin saber que, con ellas,
se construyen los templos;
esos que yo nunca alcanzo.
Veo moverse a las estatuas allá abajo.
Pronto vendrán los pájaros
a llevarse mis ojos
y antes que de mí
sólo queden despojos
es hora ya de volver
a empujar la roca;
en este continuo no hacer
para huir de la nada.
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