Como cada noche.
Toda la noche.
El desierto es mi santuario negro,
el recuerdo de un lugar que no he visto
crucificado en un cactus nocturno;
y ese ojo maligno creó la distancia.
Por menos de esto me llamaron loco.
Se erizan las púas de mi garganta,
como cada noche.
Recorrimos con el cuerpo sudado
los cuatro puntos cardinales que iban
tatuados en el músculo arenoso;
ignorando que no existen las metas,
saqueadas por los indios hace tiempo.
Con el sol besando nuestras espaldas
toda la noche.
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