El arcoiris que forma la tarde
antes de desintegrarse
es como una televisión muerta.
El estaño fundido deja paso,
como en un orden pactado,
a las primeras luces enlatadas
que también serán las últimas.
Gatos de naturaleza cambiante
se filtran por la persiana
y miran con ojos amenazantes,
como si hubieran estado encerrados
en un infierno de siglos
o en una botella en el desierto
durante mil y una noches.
La tercera estación de la jornada
se va por el horizonte.
El enorme melocotón ardiente
se va apagando en su propio almíbar.
Me dedico a absorber
el líquido amniótico donde flotan
extraños cuerpos alados.
antes de desintegrarse
es como una televisión muerta.
El estaño fundido deja paso,
como en un orden pactado,
a las primeras luces enlatadas
que también serán las últimas.
Gatos de naturaleza cambiante
se filtran por la persiana
y miran con ojos amenazantes,
como si hubieran estado encerrados
en un infierno de siglos
o en una botella en el desierto
durante mil y una noches.
La tercera estación de la jornada
se va por el horizonte.
El enorme melocotón ardiente
se va apagando en su propio almíbar.
Me dedico a absorber
el líquido amniótico donde flotan
extraños cuerpos alados.
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