martes, 4 de enero de 2011

MORGANA

La hija de la Tarde salió

para matar a los hombres.

Acero fino de azúcar

y empuñadura de cobre.


Sus pasos eran tan negros

como su traje de caza

y el pelo rojo-prestado

por la espalda descansaba.


Al agonizar del día

sombras confusas se marchan.

Descosidas de su objeto,

a la madre Noche aguardan.


Tapa mis ojos cobardes

con una venda mojada

que mis temores refresque

para andar sobre las llamas.


Pasando aros de fuego

que en tu danza levantaste.

Pensando en regresar. Dudo

al ver que puedo alcanzarte...


... y no tocarte.

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