Algo destrozará nuestro pequeño mundo,
nuestras cuatro paredes de arcilla y de forraje,
y pensamos que el tiempo avanza como el sueño
y los días son aire, pájaros que contamos
con manos que son muñones sin dedos
para no tener miedo del futuro.
Amor de almacén. Amor del cobarde.
Voz de ensayo ante oídos que no escuchan.
¿Qué más puede pasarme?. ¿Acaso estoy loco?.
Hago tu voz mi voz y volverá a ocurrir.
Tu gesto de desdén. Al menos me parece.
La mano temblorosa que escribe este poema
y tus pasos que caminan tras otros,
los de tu legítimo propietario;
el amo y señor de todos tus besos,
agujero negro de tus abrazos.
Sólo me queda colgar tu silueta
en mi armario de luna cadavérica
donde lloran mujeres por las noches;
maniquíes sin rostro, aventuras sin héroe
colgadas para siempre en mi memoria.
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