Aquella madrugada me encontraba en una ciudad con mar, lo cual facilitaba las cosas. Los jefes iban a estar allí para vigilarme desde las profundidades. Siempre es mejor una ciudad portuaria que una ciudad de interior porque en estas últimas sólo puedes contar con un río y eso con un poco de suerte. No siempre vienen los jefes o lo hacen de muy mala gana, con lo que no hay un control efectivo de nuestra tarea. En las que no cuentan con río, ni siquiera eso. ¿Se imaginan a un jefe sumergido en un canal o por los conductos de aguas fecales?. Pues eso. Y además, está el asunto del Kraken...
Como les iba contando, allí estaba yo con mi uniforme nuevo, la pistola, la porra y unas esposas colgando del cinturón, vigilando las calles de aquella ciudad costera. Sentía la presencia de uno de los jefes cerca de la costa. No podría precisar a qué distancia exacta, pero estaba allí. Me encontraba en una de las plazas, junto al edificio que se me había asignado y llevaba un buen rato esperando, aburrido, sin saber qué hacer. Noté una vez más la presencia telepática del jefe como una punzada en la cabeza y supe que tenía que prepararme.
Él apareció por una de las calles que desembocaba en la plaza, con sus torpes andares, su melena descuidada y una raída camiseta que llevaba estampada la portada de un disco de Iron Maiden, del año ochenta y pico..., vete tú a saber. Antes de dedicarme a este trabajo yo llevaba camisetas como esa, por eso lo sé. No estaba cometiendo ningún delito pero muy probablemente lo había cometido, lo iba a cometer, lo pensaba o tenía un amigo o conocido que lo estaba cometiendo, así que lo detuve. Le pedí el documento de identidad.
-“¿Por qué?”, contestó el muy insolente.
-“¿Por qué va a ser?. Tiene que identificarse cuando un agente del orden como yo se lo pide. Colóquese de espaldas con los pies separados y las manos donde yo las vea. Voy a efectuarle un registro.”
El tipejo, que ya empezaba a caerme mal, me enseñó su documento y siguió mis instrucciones. En ese justo momento se abrió un portal y salió un hombre en bata y zapatillas. Llevaba un perro atado a una correa, un perro gordo y perezoso que tras olisquear un árbol, alzó la pata y comenzó a mear.
-“¿Por qué no pides el DNI a ese señor?”, me dijo el tipejo.
En ese momento, cuando estaba a punto de estamparle los sesos contra un muro cercano, sentí una vez más la punzada del jefe en la cabeza con mayor nitidez. “Aguarda”, me decía. “No debe haber reacción sin acción. No tardará en explotar.”
-“No hay derecho. Siempre pagamos los mismos. Dos calles más arriba han empotrado un coche en un bar para robar la caja. ¿Por qué no vas y lo compruebas?. Te lo voy a decir yo. Porque no tenéis cojones. Os resulta mucho más fácil detener a los tíos como yo para tomar notas en esa libreta gris que llevas y justificar que haces algo, pero...”
-“¿Qué dices?. ¿Quién te ha dicho lo de la libreta?, ¿quién...”
Era suficiente. Lo cogí bruscamente por los dos brazos hacia atrás y le coloqué las esposas. Lo de la libreta..., eso sí que no. Había llegado justo donde yo quería. El jefe asintió con una nueva punzada.
Entramos en el edificio que se me había asignado. Nos detuvimos en un rellano de la escalera y, tras dejarlo junto a la pared, procedí a abrir los ventanales y a colocar el equipo de iluminación en el suelo. Tras hacer los ajustes pertinentes, di al interruptor y el foco lanzó su enorme chorro de luz por el hueco, hacia el exterior.
Comenzaba a amanecer. Allá en el mar, en las profundidades, el anciano jefe observó en el agua el destello de luz proyectado en el cielo y, con gesto ceremonioso, levantó la pistola lanza-bengalas y disparó. Era la señal. Dos luces de colores, verde y roja.
Durante unos segundos no se escuchó nada. Luego una especie de ronquido ahogado, como el llanto de un bebé monstruoso, y cuando el sol comenzaba a salir, los últimos borrachos de la playa vieron dibujarse una línea de espuma blanca en el mar, primero, y un chapotazo descomunal, después. Acompañado de un sonido de trompetas marinas, el Kraken emergió inmenso y, de un salto, liberando su enorme cuerpo de sapo marino del líquido elemento, atravesó volando la playa y la primera línea de bloques de apartamentos. Cuando llegó a la altura del edificio en el que nos encontrábamos, desplegó unas pequeñas y escamosas alas de dragón, muy fuertes, lo suficiente como para mantenerse flotando en el cielo durante unos segundos. Abrió su boca de reptil y lanzó una lengua larga y pegajosa que, como un látigo pringado en miel, penetró por la ventana y atrapó al desgraciado que yo había detenido. La lengua volvió como un resorte al punto de partida, en la boca de la bestia, y sin dejarse llevar por su animal condición, sin herir al detenido con sus enormes y desiguales dientes; en una maniobra perfectamente calculada, el Kraken describió una curva en el espacio aéreo con la agilidad y belleza que nadie podría imaginar en tan horrible criatura; y cuando ya el astro rey asomaba su barbilla por la baranda del balcón del horizonte, el animal impactó brutalmente en el agua, dejando un círculo de espuma y burbujas a su paso. La señal quedó grabada en el mar largo rato y poco a poco comenzó a desvanecerse, sepultada por las olas.
Precioso. Sencillamente.
ResponderEliminar:) Este texto... este texto... No me puedo confundir, eso es seguro! No sólo por el cuerpo marino...no no... Por cietos detalles como por ejemplo la brutal arbitrariedad para detener al fan de Maiden. Arenas no?
ResponderEliminarGenial Buzo!
Saludos!
Buzo a Afrodita: ¡Muchas gracias!. ¡Un saludo!.
ResponderEliminarBuzo a Julieta: Ok, acertaste. Rescatado de las arenas aunque más valdría decir aguas. ¡Un saludo!.