Hoy que la lluvia cae como cuchillos,
trazando sendas frías en la piel
de los que salen para escapar,
la ciudad es más tropical que nunca
con su playa muerta en ninguna parte.
Debe ser este silencio goteante,
este océano de esencia colgante
que resbala por las paredes blancas
o por los flequillos de las palmeras,
el que me trae la paz en este sábado.
Sábado-tarde. Las calles vacías
con su sonrisa recién cepillada
como en un anuncio adoquinado,
con sus cejas de seto recortadas.
No espero una llamada para mí.
Las urbanizaciones duermen. Las veo.
Te veo a ti en un recuerdo imposible,
como si quisiera meter las páginas
azules en el libro de las grises
que contiene muestras de mi memoria
. Estas hojas me siguen adonde voy.
Se pegan a las plantas de mis pies.
Algunas se sueltan y como perros
van corriendo persiguiendo a los coches.
Pero, ¿adónde me llevan mis pasos?.
Hace mucho que dejé de obligarme
a buscar un camino en mis pisadas,
un punto cardinal en los guijarros.
Hoy todo es un deambular sin sentido,
como pompas de aire que el agua arrastra.
Veo los cuerpos nutrirse en silencio.
Son unos pocos anfibios que andan
como yo - verdes, curvados y húmedos,
en tardes en las que el mundo se acaba
para los que ven la tele en sus casas.
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