viernes, 12 de noviembre de 2010

Las playas de Tercia

Yo busco costas de concha,
 costras de sal tierra adentro.
 Pero no las encuentro.
 Navegando a la deriva,
 divisé en estas playas
 el atolón triunfante
 en la curva de un instante.
 Este poema que escribo
 ya lo descubrieron otros,
 como ondas repitiéndose,
 como peces ahogándose.
 Es como un beso blanco
 de pan sin levadura
 articulado de niebla,
 chepudo en vertical
 y de palmas de sueño cubierta.
 Su arena formada
 por huesos triturados,
 por el aire y el agua
 de la mar sagrada.
 La cresta de sus olas
 es como de humo helado,
 cumbre que ahoga
 el bostezo celeste.
 Oí las risas de muerte
 de los escualos
 y vi la sangre de las gaviotas
 pintando el poniente.
 Aquí perderé el habla un día de éstos
 retirada por siempre mi razón,
 naúfraga consentida,
 criatura voluble,
 caníbal solitario, por fin,
 devorando sus costas.

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