miércoles, 11 de marzo de 2015

TARRO CON MOSCAS.

Llegó el momento que nunca intuiste
de actos inútiles venideros
que una clarividencia en forma de tapa
cercena y caen como dedos cortados
en el fondo del tarro donde aletean
tus edificantes moscas prisioneras.
El tacto muerto en bote cristalino
blasona tu nuevo escudo de armas
y la mano amputada en la oscuridad,
como si se dijera que nunca forjara
una confitura de dolor o de vida,
se aleja como un negro caniche cobarde
y ya nadie la echará de menos
porque en su muñón quedan tus "yos" muertos.
El aire pesado de la alacena,
los torpes gestos del niño que juzga,
el eterno olor de pimiento morrón
pegado a las paredes
del mundo minúsculo.
Para qué más si evitas
tener que dar explicaciones,
para qué más si a tu antojo
todos los juguetes son pardos.
El olor a podredumbre,
la humedad que se desliza,
la verde malla plástica
del ventanuco
y afuera los gritos de la vida...,
que esta sola vida te basta.

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